martes, 10 de julio de 2012

Eugenio Gambetta Gabin, La amenaza no está en Europa sino en la región La desaceleración de Brasil y la crisis argentina son más dañinas que los problemas del norte


La crisis europea pone en vilo a la mayoría de las economías del mundo. Las autoridades del bloque se encuentran abocadas a ganar tiempo y no parece haber avances significativos en la resolución de los problemas de fondo detrás de la crisis. Pero mientras que el mundo mira con preocupación al viejo continente, los principales problemas de Uruguay no se encuentran a un océano de distancia, sino de un río y una frontera.
En lo que va del año, la economía brasileña frenó su crecimiento. La crisis europea mermó el poder adquisitivo de sus compradores y la depreciación de las monedas de sus socios comerciales hizo estragos en su competitividad –la devaluación del real en los últimos tres meses intenta recuperar el terreno perdido–.
Al mismo tiempo, desde el mercado interno, el boom de consumo de los últimos dos años llegó a un punto de saturación y eso provocó que la vigorosa inversión de 2011 se convierta hoy en capacidad ociosa. Con un menor apetito de los brasileños por un auto nuevo o un televisor, y una mayor dificultad para colocar sus productos fuera del país, parece ser que el motor de la economía brasileña está falto de combustible.
El estancamiento de Brasil le pega a Uruguay por dos lados. De forma directa, porque una menor actividad implica menos posibilidad de expansión para los productos locales en el mercado más importante para el país. Y por otra parte, porque las reacciones de política ante la desaceleración son perjudiciales para los intereses de Uruguay. Una política monetaria más expansiva por parte de Brasil incrementa el diferencial cambiario con nuestro principal socio comercial en un momento en el cual el Banco Central no puede descuidar más los registros de inflación, dos puntos por encima del rango objetivo.
Por el oeste, las cosas se ponen aun peor. La situación de Brasil no favorece el clima económico en Uruguay, pero la de Argentina directamente lo perjudica. El país vecino atraviesa una seria crisis de balanza de pagos exacerbada por una crisis de confianza. Los dólares no alcanzan para cubrir los gastos y ni siquiera para importar los bienes de producción y consumo fundamentales para mantener la economía.
Al mismo tiempo, la canilla del crédito internacional está cerrada a la fuerza y los inversores no quieren quemarse con fuego frente a un gobierno que se jacta de no cumplir sus compromisos. Si bien la exposición de Uruguay frente a Argentina se ha reducido sustancialmente en la última década, el impacto se sentirá, principalmente en el rubro turístico de cara a la próxima temporada.
Uruguay tiene la suerte de estar a salvo de los cimbronazos de la crisis europea. Pero una vez más deberá estar atento a la región y sus tropiezos porque allí radica la principal amenaza para el 

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